miércoles, 6 de febrero de 2008

El Rey Midas


Ilustración: Alejo Marcelo Ludueña

En un lejano reino existió un rey muy avaro, que no se preocupaba por su pueblo y sólo pensaba en acumular riquezas. Ni siquiera a su hija Raquel le brindaba un poco de cariño, e incluso le prohibió que viera a su novio, el príncipe Alfredo.

El príncipe decidió, entonces, llamar a un duende amigo, llamado Filemón, para que le ayudara a obtener el permiso del rey y poder casarse con su amada Raquel. Así que una noche el duende Filemón se apareció en el salón principal del reino donde el rey Midas estaba contando sus monedas de oro, las cuales lustraba con una crema especial una por una. El Rey lo recibió y el duende le dijo que el rey del mundo de la fantasía le había concedido un deseo. El Rey Midas, muy feliz por la noticia que le había dado el duende, y luego de pensarlo unos minutos le dijo: "quiero que todo lo que toque se convierta en oro".

El duende le preguntó al Rey: "¿estás seguro de lo que estás pidiendo?". "Nunca he estado más seguro en toda mi vida", dijo Midas. El duende voló sobre la cabeza del Rey Midas, y luego de decir en voz alta unas palabras en un idioma extraño, desapareció. El Rey estaba muy emocionado por el poder que le había concedido el rey del mundo de la fantasía, pero estaba muy cansado por contar sus monedas, por lo que decidió irse a la cama a dormir y probar su nuevo poder a la mañana siguiente.

El Rey se levantó muy temprano, bajó al comedor real y pidió un gran desayuno: café, te, jugo de naranja, uva, y manzana; pan dulce, tortas de todos los sabores, huevos de faisán, de pato, y de gallina; y carne de venado. El Rey estaba hambriento. Pero cuando fue a tomar el primer bocado de alimento, cual sería su sorpresa al ver que se convertía en oro.


Sorprendido por lo sucedido, el Rey pensó que la comida se había convertido en oro porque aún no dominaba su don. Entonces decidió comer un poco de carne de venado. También se convirtió en oro. Y así pasó con todo el desayuno. El Rey, molesto, decidió levantarse de la mesa y ordenó que el desayuno, ahora convertido en oro fuera llevado a la bodega real con los demás tesoros. Luego, el Rey Midas decidió caminar por el bosque junto al palacio. Allí también ocurrió lo mismo que en el comedor real: todo lo que tocaba se convertía en oro. Los árboles, las flores, el agua, e incluso una mariposa y un petirrojo que se le acercaron, también quedaron convertidos en oro.



Continuará...

No hay comentarios: